Empezamos pelando las mandarinas, yendo con cuidado de retirar toda la parte blanca de las cáscaras para que no amargue. Echamos las pieles en un bol, las cubrimos de agua y las dejamos reposar durante 6 horas. Las colamos, las ponemos en un cazo al fuego con agua y las cocemos hasta que estén tiernas (45 o 60 minutos).
Colamos las pieles y las dejamos enfriar ligeramente. Las trituramos con la batidora, añadiendo 2 o 3 cucharadas del zumo de mandarina para facilitar el triturado. Añadimos las almendras y seguimos triturando hasta conseguir una crema homogénea. Este paso también podemos hacerlo con un robot de cocina.
Aparte, en una cacerola antiaderente, echamos el resto del zumo y el azúcar y lo cocemos todo, removiendo hasta que se disuelva el azúcar. Una vez disuelto, dejamos hervir este almíbar 5 minutos más sin removerlo hasta que espese. Añadimos la mezcla de mandarina y almendra y lo dejamos cocer todo junto unos diez minutos, removiendo de vez en cuando.
Cuando la mezcla se despegue de las paredes del cazo, lo retiramos del fuego y lo dejamos enfriar. Forramos una bandeja grande con papel vegetal. Nos humedecemos las manos con agua y vamos formando bolitas del tamaño de una nuez. Las colocamos en la fuente y las dejamos secar 24 horas. Por último, rebozamos los dulces de mandarina en azúcar molido y las guardamos en un recipiente hermético.