Cortamos la morcilla en rodajas muy finas, para que después se puedan hacer muy rápidamente sin necesidad de una fritura prolongada. Cortamos las láminas de pasta filo en cuatro partes cada una y las barnizamos con una brocha mojada en un poco de aceite de oliva.
Ponemos en el centro de cada hoja una porción de morcilla y con cuidado, vamos cerrando el paquete de pasta filo, envolviendo la morcilla. Para cerrar los paquetes, pasamos la brocha para que queden bien pegados.
Ponemos una sartén a calentar y en ella ponemos una cucharada de aceite de oliva. Cuando esté bien caliente, ponemos los crujientes de morcilla y los doramos por ambas caras. Los retiramos y retiramos el exceso de aceite dejándolos sobre un papel absorbente.
Servimos acompañados de un hilo de miel de palma, y ponemos un cuenco con un poco más por si alguien quiere añadir un poco en su porción. Servimos muy calientes para que la pasta filo aguante bien crujiente. Si no encontráis miel de palma, podéis usar sirope de arce, sirope de ágave o cualquier otra variedad de miel fluida que os guste.